El espacio en el que trabajamos también influye en los resultados y la eficacia. Por eso debemos tener en cuenta una serie de aspectos básicos muy importantes a la hora de diseñar y mantener un espacio de trabajo. Hoy abordaremos el tema de la luminosidad, y la iluminación en la oficina.
La luz da vida a cualquier estancia, pero no sólo en nuestra casa. Trabajar en un lugar luminoso es muy diferente a hacerlo en un cubículo cerrado y sin ventanas. Por eso lo primero que tenemos que pensar es en aprovechar todas las posibilidades de la oficina. Cuánto más grandes sean los ventanales más luz natural entrará, y siempre es bienvenida.
Claro que tampoco queremos pecar de luz en exceso que puede llegar a ser molesta, así que debemos poder contar siempre con unas cortinas o estores que debiliten el impacto de la luz, pero que la deje pasar.
Lo mejor es escoger las cortinas o estores siempre en blanco o tonos claros como el beige.
La mejor opción para las paredes es el clásico blanco, que no sólo da un aspecto más luminoso si no que es un color que aporta serenidad. Otra opción son tonos muy claros, que podemos combinar en determinados espacios con alguna pared de un color vivo que haga contraste.
A partir de ahí tenemos muchas posibilidades, desde los típicos tubos fluorescentes que dan mucha luz, y las lámparas de techo metalizadas como el modelo FOTO de Ikea, hasta aquellas opciones más modernas en colores vivos como el modelo IKEA 365 + BRASA.
Los que trabajan en un escritorio sin mucha luz, verán necesario algún tipo de flexo del estilo de la lámpara de trabajo FARJA.
Para completar la iluminación podemos añadir luces en librerías o estanterías concurridas, o algunos apliques en determinadas zonas de la oficina. Este tipo de iluminación es perfecta para los pasillos o zonas más tranquilas.
Con algun foco parecido al KLIMAT de Ikea, podremos dirigir el haz de luz, bien hacia el techo o hacia el suelo dependiendo de nuestras necesidades.